Viernes, 19 Abril 2024
Reportajes

“El público saca sus propias conclusiones”

Grandes cineastas estuvieron al borde de la ruina y de la desaparición, pero recibieron el apoyo del público y pudieron salir adelante. Hitchcock, Coppola, Kubrick… despegaron gracias a otros grandes apasionados por el cine, los espectadores.

Alfred Hitchcock decía que para él, el cine eran “cuatrocientas butacas que llenar”. No era una ‘boutade’ del maestro del suspense, era una verdad como un puño. Con más de treinta años tras la cámara, el cineasta se embarcó en la producción de Psicosis, para la que hipotecó todo lo que tenía. Desde luego su sueño no era hacerse millonario con el cine, pero necesitaba al público para seguir creando. Éste le respondió magníficamente. La película fue un éxito y Hitchock pudo seguir rodando. Francis Ford Coppola hipotecó todo lo que tenía y se llevó a toda su familia con él a Filipinas para rodar Apocalypse Now. Es el rodaje más largo, más desquiciado y enloquecido de la historia del cine, pero de él salió una de las más grandes, rotundas y poderosas películas jamás hechas. Los espectadores agradecieron al cineasta su esfuerzo acudiendo en masa a ver su trabajo. Salvaron su economía y le permitieron, así, seguir haciendo cine.   Fear and desire, la primera película de ficción de Stanley Kubrick, se hizo gracias a préstamos familiares, pero estos, probablemente, hubieran sido en balde si no hubiera atraído a espectadores suficientes como para financiar su segundo trabajo, Killer’s Kiss. Hizo con pocos medios aquel filme, pero los necesarios para llamar la atención de un productor y de un poco más de público. Y despegó la carrera de otro maestro. Hitchcock, Coppola y todos los maestros llegaron a la pantalla grande gracias al riesgo de otros apasionados por el cine. Productores que antes o después creyeron en ellos, distribuidores y exhibidores que apostaron por sus títulos y, sobre todo, espectadores enamorados del cine que apoyaron sus locuras y sus aventuras y las compartieron con ellos. A algunos de estos últimos se les despreció en sus países y, finalmente, desaparecieron. Y, con ellos, murió el cine. Así ocurrió en Rumanía. Ahora, el cineasta Cristian Mungiu (Cuatro meses, tres semanas y dos días), otro apasionado del cine, lleva con un camión un proyector y unas películas por los pueblos y ciudades de su país, en un intento desesperado por salvar el cine para los rumanos. Hubo un momento en que el mundo pudo perder a Hitchcock antes de tiempo o pudo dar la espalda a Coppola por sus excesos o… pero no lo hizo. Mungiu pelea por devolver el cine a Rumanía. Festivales de todo el mundo apoyan a creadores de países en los que gobiernan enemigos declarados del cine (Afganistán, Irán…) en un acto de resistencia cultural. ¡Qué triste un país sin cines! ¡Qué tragedia un país sin cine! Es miseria cultural, aislamiento, pronto ignorancia y atraso. Todos necesitamos el cine. Y no es necesario explicar más. Como decía Billy Wilder: “Al público no hay que dárselo todo masticado, como si fuera tonto. A diferencia de otros directores que dicen que dos y dos son cuatro, Lubitsch dice dos y dos...Y eso es todo. El público saca sus propias conclusiones”.

Dejar un comentario

Muchas gracias por su comentario. Tras pasar la aprobación su comentario será publicado.