‘BLACKWOOD’ / La veterana Uma Thurman comparte reparto con un grupo de jovencísimas actrices en esta nueva película del director español Rodrigo Cortés. www.cinesrenoir.com

Rodrigo Cortés se lanza al género de terror más clásico, con una historia de visiones y apariciones en un internado de aspecto bastante gótico y con una directora bastante enigmática y a veces siniestra, Madame Duret, interpretada por la veterana actriz Michelle Pfeiffer.

Esta comparte protagonismo con un grupo de jovencísimas actrices que dan vida a las cinco adolescentes problemáticas que terminan en el internado de Blackwood, donde se someterán a un programa experimental de enseñanza. Muy poco después de llegar, las alumnas comenzarán a descubrir algunas capacidades especiales que no sabían que tenían.

“La película es una alegoría inevitable sobre el hecho de crecer, cuando uno debe descubrir quién va a ser el resto de su vida”

Junto a sus nuevos talentos también aparecen visiones, sueños extraños muy inquietantes, lagunas de memoria… y en ellas la separación entre la realidad y el sueño empieza a confundirse. La situación se va agravando a medida que las chicas se van encerrando obsesionadas con sus nuevas habilidades.

Blackwood es una adaptación al cine de la novela de Lois Duncan, con guion escrito por Michael Goldbach y Chris Sparling. Un relato en el que el director encontró una premisa oscura y perturbadora relacionada con los sacrificios que exige el talento, que le convenció para meterse en la aventura del rodaje.

“Me vi arrastrado a mis años de conservatorio, cuando las teclas de piano iban reduciendo su ancho y dejando cicatrices en el ánimo”

“Esta es una película sobre adolescentes. Dirigida a ellos. Que espero tenga la suficiente elegancia como para interesarle a todo el mundo. Más que una película de terror es una alegoría inevitable sobre el hecho de crecer, en esa edad tensa y difícil en que todo resulta terrorífico, cuando uno debe descubrir quién va a ser el resto de su vida”, dice el director que ha buscado sus referencias entre las miradas de cineastas como Polanski.

El filme es, además, una manera de preguntarse por el talento que un individuo puede desarrollar. “Me vi, sin querer, arrastrado a mis años de conservatorio, cuando las teclas del piano (un millón al principio) iban reduciendo año a año su ancho, dejando algunas cicatrices en el ánimo. Supe entonces cómo abordar esta película”.