Hernán Goldfrid, director de Tesis sobre un homicidio, reconoce perfectamente la clave del éxito de Ricardo Darín, un elemento añadido, por supuesto, a su desbordante talento interpretativo. Protagonista de este nuevo thriller, es uno de esos actores a los que se les puede lanzar casi cualquier diálogo con la seguridad de que lo sacará adelante. Si los diálogos, además, son brillantes, entonces el espectador recibe un regalo de auténtico lujo.
Jorge Pellegrini (El mismo amor, la misma lluvia, de Juan José Campanella, 1999)
“Miedo… miradme… cátedra al miedo. Por miedo te perdí, por miedo laboro en algo que odio y por miedo fallé al resto. Yo siempre pensé que lo que tocara se iba a convertir en oro. ¡Mirá vos, todo lo que toco se convierte en mierda! Bueno, no está mal para empezar”.
Marcos (Nueve reinas, de Fabián Bielinsky, 2000)
“Más ofendido estás, menos sospechoso pareces”.
Rafael Belvedere (El hijo de la novia, de Juan José Campanella, 2001)
“¿Por qué no me pidieron discernimiento cuando me casé? ¿sabe la mala sangre que me hubiera ahorrado? No, cuando me casé, víctima del amor, algo que ustedes trafican desde hace 2000 años, me recibieron con los brazos abiertos. Diez años después, en mis cabales y con un discernimiento espantoso, me quise separar y me dicen ‘ahora no, ahora no se puede’. ¡Por favor padre!¿Ahora resulta que para ser católico hay que razonar? Mi mamá no razonaba cuando la bautizaron, pero en ese momento no importó, había que aumentar la clientela. El primero (sacramento) te lo regalan, el segundo te lo venden y después te borran».
Benjamin Esposito (El secreto de sus ojos, Juan José Campanella, 2009)
“Los ojos hablan… hablan al pedo los ojos, mejor que se callen».
Roberto (Un cuento chino, de Sebastián Borensztein, 2011)
“La vida es un gran sinsentido, un absurdo”.
Julián (Elefante blanco, de Pablo Trapero, 2011)
“En una situación como ésta no podemos ser solamente sacerdotes”.
Qué sería de nosotros sin actores como Darín. Es de la gran saga de actores argentinos que nos inundaron y nos inundan de humanidad y realismo de sus personajes; Luppi es el gran antcedente de Darín, pero no hay que olvidar a Alejandro Awada, Ulises Dumont, Miguel Ángel Solá…
Pues a mío me falta una, la de su personaje en «La luna de Avellaneda» tras un gran discurso dónde habla de que ahora sólo importa lo que es económicamente rentable. «Yo no tengo que recuperar la dignidad, porque nunca la perdí, estuve a esto de perderla… pero todavía no la perdí». Imprescindible en época de crisis dónde oímos tantas veces aquello de que hay que aguantarlo todo. Es muy difícil recuperar la dignidad, así que lo mejor es no llegar a perderla nunca.
Muy buena frase, nos la apuntamos para próximas ocasiones.