Los actores Stefan Gorski y August Zirner dan vida al personaje central de esta historia, Andreas Egger, en diferentes edades de su vida. El relato arranca a principios del siglo XX y la cámara va acompañando a este hombre desde sus primeros años, huérfano, en casa de su despiadado tío en una granja de un valle remoto. Allí vive infeliz, explotado, asustado… hasta que a los 18 años encuentra el coraje para dejar a su opresor.

En parte lisiado por su tío, ha ganado, sin embargo, mucha fuerza con el trabajo duro y encuentra trabajo como leñador y participa en la construcción de un invento: el teleférico de montaña. Con lo que gana se compra una pequeña parcela de tierra con una cabaña en lo alto del valle. Y pronto, al conocer a Marie, encuentra algo que nunca antes había experimentado: el amor.

Pero su sueño de una vida feliz juntos pronto se hace añicos. Sintiéndose abatido, Andreas se alista como soldado en la Wehrmacht alemana. Al encontrarse cara a cara con la muerte en el Cáucaso ruso, solo piensa en Marie. Después de haber sobrevivido a la locura de la Segunda Guerra Mundial, Andreas regresa al valle y a un mundo diferente. Con Marie siempre en su corazón, Andreas acepta y valora el tiempo que le queda con serenidad.

“Toda una vida es una parábola sobre los temas polarizadores centrales de nuestras vidas: el amor y la muerte. Estos temas son un espejo de nuestra inquieta y auto-optimizada sociedad de la eficacia”, dice el director.

“Andreas Egger nunca se había sentido tentado a creer en Dios y la muerte no le asustaba. No podía recordar de dónde había venido y, en última instancia, no sabía a dónde iba. Pero él había amado. Y se hacía una idea de hacia dónde podría conducir el amor”, añade Steinbichler, que confiesa que, para él, el viaje del protagonista Andreas Egger fue “una experiencia existencial”.