Justine Triet conquistó merecidamente la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes con esta película, un largometraje minuciosamente trabajado en sus tiempos, en el sonido, indispensable en muchos momentos del relato, en el uso del lenguaje… donde se disecciona la relación de una pareja. La película estuvo también presente en el Festival de San Sebastián.

Protagonizada por una espléndida Sandra Hüller, la película comienza presentando al personaje, Sandra, que vive con su marido Samuel y su hijo Daniel, de once años, en una casa aislada en la montaña. Ella es una escritora famosa, él es un escritor frustrado. Un día encuentran a Samuel muerto a la puerta de la casa.

La mujer pasa a ser sospechosa y la gran mayoría comienza a cuestionarla. Todo lo que hizo en el pasado sirve para incriminarla, por mucho que nada de ello tenga que ver realmente con lo ocurrido. Incluso su hijo, que al principio tiene una fe total en su madre, empieza a tener dudas sobre ella.

“Poco a poco, la película se convirtió en algo parecido a un largo interrogatorio: desde la casa al tribunal, las escenas se suceden cuestionando a los personajes”, dice la directora, que explica que quiso con esta película viajar hacia un mayor realismo, “tanto en la escritura como en lo formal”.

Esta decisión “me permitía ir más lejos en cuanto a complejidad, lo que cuenta la película y las emociones que puede suscitar. Todo fue hacia la sobriedad; no hay música adicional, la película es menos pulida, más desnuda que las anteriores”, añade.

Coescrita junto a Arthur Harari, Anatomía de una caída cuente en el reparto con la participación de Swann Arlaud, en el papel del abogado defensor de Sandra; con Milo Machado Graner, interpretando al hijo; con Samuel Theis, encarnando al padre muerto, y Antoine Reinartz, dando vida al fiscal.