El cineasta, ganador del Oscar por Parásitos, adapta una novela de Edward Ashton y la lleva a su terreno, amplificando el tono de comedia negra, dando oscuridad a cuestiones que resuenan especialmente hoy, en un mundo amenazado por gobiernos de tecnócratas fascistas.

La historia sigue a Mickey Barnes, que para escapar de los tipos que le persiguen para que pague sus deudas, solo encuentra una salida, ofrecerse como un ‘prescindible’ en una misión al planeta Niflheim, un lugar congelado que se pretende colonizar.

El acento no está en la aventura, ni en el nuevo lugar, sino en el hecho de los ‘prescindibles’ de esta historia, seres destinados a hacer los peores y más peligrosos trabajos sin recibir nada a cambio y a quienes clonan una vez que muere. Mickey vive y muere varias veces y su objetivo será que Mickey8 no ocupe su lugar.

“El concepto básico de ciencia-ficción de la novela era muy interesante, pero me llamó la atención el toque humano de la historia”, dice el cineasta, que continúa: “Toca el corazón humano y los instintos que llevamos. A partir de ahí, me sentí seguro de que podía sacar mucha comedia negra, humor y todo tipo de emociones interesantes. Sabía que, aunque esta es una historia de ciencia-ficción, no se sentiría como tal. Se trataría de la condición humana cotidiana, y por eso decidí emprender esta historia”.

Hay también en esta película un villano, Kenneth Marshall, interpretado por el actor Mark Ruffalo, que da vida a un político poderoso, tiránico y obsesionado con el éxito, y que pretende que la misión en Niflheim se convierte en la gran obra de su vida.