El cineasta Jaime Rosales estaba haciendo por Francia la promoción de su película Petra. Los distribuidores quisieron ir a un encuentro de cine español en Morlaix, un pueblo de Bretaña, con un hermoso viaducto y un cuidado casco antiguo. Allí, el director tuvo una sensación repentina, la de que debía hacer una película en ese lugar.

Así comenzó Morlaix, una película en la que Rosales experimenta más que en sus últimos filmes, y que sigue los pasos de Gwen, una chica en el último año del instituto que acaba de perder a su madre. Al instituto en el que estudia llega Jean-Luc, un parisino sofisticado, culto y magnético, y ella, intrigada por su personalidad poética, no puede evitar sentirse atraída por él.

Una tarde, Gwen y su grupo de amigos van al cine y descubren una película cuyo argumento parece un reflejo de lo que está viviendo la joven. Al ver la película, es obvio que Gwen elegirá al joven Jean-Luc. Su historia es breve, intensa y perturbadora.

Estrenada en el Festival de Rotterdam, la película “trata sobre la vida pensada como experiencia poética y trascendental. Una experiencia vital entendida como un camino que se debe recorrer”, dice Rosales, que confiesa que descubrió “el camino de la revelación poética gracias a Samuel Kircher, el joven actor que encarna el personaje de Jean-Luc. Es un verdadero poeta adolescente. Es alguien con una improbable mezcla de madurez e ingenuidad”.

De la joven actriz protagonista, Aminthe Audiard, asegura que aportó a su interpretación “una vitalidad que también resultó muy convincente para la película” y añade: “Me impresionó especialmente la actuación de Mélanie Thierry. Llegaba al plató siempre preparada, con las ideas claras y el enfoque adecuado. Sus propuestas eran siempre sutiles y fieles a la realidad”. Álex Brendemühl completa el reparto.