La relación entre Pierre Bonnard y Marthe fue extraña y complicada, estuvo marcada por la reclusión y la dependencia mutua, y por una poderosa influencia de ella en él. Esta película explora esta unión y las consecuencias de este vínculo en el arte de este hombre.

Bonnard, el pintor y su musa nació de la petición de una sobrina nieta de Marthe Bonnard, que contactó con Martin Provost para que hiciera una película sobre su tía abuela, porque sentía que su papel fundamental en la obra de su marido no estaba suficientemente valorado. “Podríamos decir que Marthe se convirtió en el emblema y fetiche de su obra, apareciendo en más de un tercio de sus pinturas. Sin embargo, ante la opinión pública, Marthe era vista como una mujer perturbada y manipuladora, mientras que su sobrina la veía como alguien que se sacrificaba por el trabajo de Pierre”.

La película es una reivindicación de la figura de esta mujer, pintora también, aunque las circunstancias abortaron una carrera prometedora. “Marthe podría haber sido pintora. Al lado de Pierre, su deseo de pintar creció y lo hizo bajo una tercera identidad, Marthe Solange. Pero fue demasiado tarde. Después de su primera exposición, Marthe dejó de pintar y cayó en la locura. De ella solo quedan unas cincuenta pinturas, dignas de un estudiante de Bellas Artes”.

“Marthe, nacida pobre, no tuvo tiempo de revelar plenamente al artista que llevaba dentro.

A pesar de su locura, Pierre nunca la abandonó. Hasta el final, mostró su absoluta dedicación hacia ella. Inicialmente fuerte y dura como un diamante, el tiempo la hizo frágil como el cristal”, explica el director.