No hay película sin guion, sin directora, sin equipo de rodaje, sin montaje, sin script. No hay producción sin atrezzistas, sin vestuario, sin maquillaje, peluquería o sin intérpretes. En nuestra historia no hubo nada de eso, pero el cine fue el origen.
Llegas a la taquilla con ganas de ver esa película que no paran de recomendarte. Compras algo para comer mientras ves los trailers y esperas a que empiece tu sesión leyendo un afiche y pensando ya en la siguiente película que vendrás a ver. Miras el reloj, bajas las escaleras y entras a la sala. Se apagan las luces, comienza la película.
Somos la taquillera que te ha vendido la entrada y el acomodador que te indica cómo llegar a la sala. Y, en entre sesión y sesión, nos hemos descubierto el uno al otro. Limpiando salas, preparando palomitas, y en la pausa para cenar se va forjando nuestra historia. Si eres cliente habitual en los Renoir, quizás hasta fueras testigo indirecto.
Varios años después de que lo nuestro empezara, volvimos a la taquilla, al palomitón y la sala 3; nos abrieron la puerta de la sala de proyección y nos hicimos estas fotos antes de casarnos. En los Princesa empezó nuestra vida laboral, allí compartimos jornadas con compañeros con los que aún estamos en contacto y vivimos infinidad de anécdotas que hoy en día no nos cansamos de contar. Los cines Renoir son, para nosotros, un lugar muy especial. Quisimos inmortalizarlo, ¡y nos dejaron hacerlo!
El cine no solo cuenta historias, también las provoca y alberga.
En Peces de ciudad Sabina canta aquello de “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”; pero al cine hay que volver, siempre.
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Una historia de Cines Renoir
A lo largo de más de treinta años son muchas las personas que han recorrido nuestros pasillos, se han sentado en nuestras butacas y han compartido con nosotros la magia del cine. Casi sin darnos cuenta hemos sido cómplices de instantes tan emocionantes como los que se proyectaban en las pantallas. Encuentros fortuitos, largas conversaciones para reflexionar, giros inesperados que da vida.
Dentro de este pequeño y personal universo fue donde nació la historia de Sara y Javi. Pero, esta vez no os la vamos a contar nosotros, dejamos la sala del proyector con la puerta abierta para que sean ellos los que lo enciendan y os lo enseñen.
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