El director y guionista Arie Posin ha confiado la historia de su película La mirada del amor, un relato que nace de la vida de su propia madre, a dos veteranos, intérpretes ambos con talento y personalidad, Annette Bening y Ed Harris. Ella es la gran protagonista de la película, él la acompaña y encarna a Tom, el hombre enamorado y del que ella se enamora. Y con este papel, suma uno más a los que le han dado el merecidísimo prestigio que hoy tiene. Ed Harris es, sin duda, uno de los actores más efectivos del cine americano. Intérprete de grandes papeles y buenas películas, ha hecho pasables otras solo con su trabajo.

Difícil pensar hoy en el pintor Jackson Pollock y atribuirle su auténtico aspecto. La mayoría le pone ya el rostro, el cuerpo, la voz y los movimientos de Ed Harris. Aquel fue un proyecto al que el actor y director dedicó diez años de su vida y que marcó otro momento importante en su carrera. Pero no ha sido el único. Harris cambia mucho de registro y sorprende a menudo con sus interpretaciones, de hecho, desde el asesino Hotchkiss al que daba vida en A veinte millas de la justicia (Jerrold Freedman, 1980), una película para mayor gloria de Charles Bronson, no ha dejado de experimentar. Ha sido el genial Beethoven (Copying Beethoven, de Agnieszka Holland, 2006), el astronauta John Glenn en Elegidos para la gloria (Philip Kaufman, 1983), el renacido Virgil ‘Bud’ Brigman de The Abyss (James Cameron, 1989), el vendedor Dave Moss de Glenngarry Glen Ross (James Foley, 1992), el decidido Gene Kranz de Apollo 13 (Ron Howard, 1995)… Su nombre destaca en El show de Truman (Peter Weir, 1998), Enemigo a las puertas (Jean-Jacques Annaud, 2001), Una mente maravillosa (Ron Howard, 2001), Una historia de violencia (David Cronenberg, 2005)… Parece que para él, como dice el personaje que interpretó en Apollo 13, “el fracaso no es una opción”.