En esta película, Leiva narra en primera persona un retrato crudo y sin artificios de la espiral de frenetismo vital que atraviesa, y concede un acceso insólito a su vida en la cúspide de su carrera. Un problema irreversible en una cuerda vocal desafía de manera constante el presente y el futuro de un Leiva que no concibe otra opción que seguir. Hasta que se quede sin voz.

“El ADN del proyecto es la amistad y la confianza, esencial para el acceso privilegiado que hemos tenido a su vida privada, y también su generosidad e implicación”, dicen los directores, quienes durante años han compartido con Leiva viajes, escenarios, “momentos íntimos de creación y situaciones de máxima vulnerabilidad personal y profesional”.

Partiendo, así, de una amistad de muchos años, la película no se limita a observar al personaje que documenta, sino que se sumerge en su vida. “Todo lo que se ve, sucede. No hay testimonios más allá de la voz narradora, en primera persona, del propio Leiva”.

Estrenada en el Festival de San Sebastián, Hasta que me quede sin voz, mezcla diferentes formatos de imagen —digital, 16mm, Super 8, iPhone—, además de testimonios y conversaciones capturadas por los directores. “El resultado es un retrato honesto y crudo de la persona que hay detrás de la figura de Leiva. Un tipo apasionado, leal, inquieto, en permanente movimiento, y enfrentado a la paradoja de aquello que lo define —su voz—, algo que también puede convertirse en su mayor límite”.