Celia Rico debutó en el largometraje con Viaje al cuarto de una madre, una película que mimaba al detalle el carrusel emocional en el que vivían una madre y su hija, cuando ésta decidía que era el momento de volar del nido. Ahora, con su segunda película, Los pequeños amores, regresa a ese territorio íntimo, a ese vínculo madre-hija, pero en un momento diferente de la vida de ambas.

La hija ya tiene cuarenta años y está sola. Tras una caída de la madre, viaja hasta su casa para estar con ella el verano. En los tórridos días que pasan juntas, madre e hija se preguntan y se contestan, muchas veces sin palabras y, sobre todo, se confiesan algunas inseguridades y anhelos.

“Aquí, de alguna manera, quería reflexionar sobre el paso del tiempo, mi edad, el sentido de hacer películas...”, dijo la cineasta en una entrevista a La Opinión de Málaga, y con esta declaración abría la puerta a la reflexión que hace desde el cine acerca de las incertidumbres sobre el futuro de las mujeres adultas sin hijos y sin parejas.

El actor Aimar Vega interpreta a Jonás, un personaje que sabe conectar con estas dos mujeres tan diferentes, de distintas generaciones y con planteamientos muy lejanos de la vida, pero incondicionales una de otra, demostrándose esos pequeños amores del día a día en cada momento que pasan juntas.