No estamos a salvo del pasado, afirma el cineasta Günter Schwaige en esta nueva película, en la que confirma que Austria no ha confrontado todavía su pasado nazi. Una convicción a la que llegó el director después de seguir durante cinco años los movimientos alrededor de la reutilización de la casa natal de Hitler.

“En mi primera película rodada en Austria vi la oportunidad de mostrar cuánto había progresado mi país en el proceso de reconciliación con los nazis. Pero las cosas resultaron completamente diferentes y el proyecto inicialmente sencillo se convirtió en un documental complejo y de larga duración, cuyo rodaje tardó cinco años”, dice el director.

Y en ese tiempo, el cineasta tropezó con su propio recuerdo, con la memoria de conversaciones con sus padres, que le hicieron comprender hasta qué punto todo el país había huido de su responsabilidad en los horrores del nazismo.

“En lugar de investigar la propia historia familiar, siempre se busca y encuentra a los culpables fuera. Así, Braunau se convierte inmerecidamente en una ‘ciudad marrón’ y es declarada culpable. Una antigua casa, en la que el bebé Adolf sólo pasó unos meses, se transforma en la ‘lugar de nacimiento del mal’, cuya nueva fachada pretende eliminar su venenosa atracción”, explica el cineasta, que añade: “A este mecanismo de desplazamiento lo llamo el ‘miedo a Braunau’ alimentado. Es cómoda, apela a las emociones y a los prejuicios y tiene como objetivo un pequeño pueblo que difícilmente puede defenderse de él”.

“Sin embargo, como austriaco, este miedo artificial no me ayuda. Todo lo contrario. Ya no creo en una visión de la historia controlada institucionalmente. Durante demasiado tiempo ha oscurecido nuestra visión de la verdadera participación de nuestros antepasados ​​en el régimen nazi. Finalmente debemos descubrir nuestra historia por nosotros mismos y, al hacerlo, asumir la responsabilidad que la gente de Braunau no quiere asumir en relación con el lugar de nacimiento de Hitler, a pesar de décadas de experiencia”.