Las relaciones familiares han estado siempre presentes en las películas de Marcelo Piñeyro, aunque nunca antes éstas han sido el tema principal de sus historias. Ahora, con Ismael, el cineasta encara una película intimista, donde se pregunta por los nuevos conflictos familiares en este nuevo siglo. Mario Casas, Sergi López y Belén Rueda son los protagonistas.
Ismael es un niño de diez años, de madre africana, que un día se escapa de casa y sube a un tren. Quiere conocer a su padre, Félix Ambrós. Antes de llegar a él, llega a su abuela y con ésta, sí alcanza por fin el mundo de su padre. Es un profesor, que arrastra una lesión más psicológica que física, y que cuenta con el apoyo incondicional de su amigo Jordi. Todos reunidos entenderán que han estado viviendo de malentendidos y de secretos que, a pesar de que se quieren, les han hecho mucho daño.
LA GRAN ILUSIÓN.- Con esta película muestra una zona menos oscura del ser humano, ¿lo necesitaba?
MARCELO PIÑEYRO.- En cierto modo. Después de
El método y
Las viudas de los jueves, donde el punto de ponía en la zona oscura del ser humano, tenía la necesidad de volver a un relato que pusiera el eje en lo emocional.
LGI.- ¿Es Ismael una película de personas que se quieren, pero se hacen daño?
MP.- De afectos y de cómo nos hacemos daño por querernos, de pequeños malentendidos y de miedos y de suponer que el otro…
“Tenía la necesidad de volver a un relato que pusiera el eje en lo emocional”
LGI.- ¿Qué le interesaba especialmente de las relaciones padre-hijo?
MP.- Tengo la sensación de que esa postal familiar de los cincuenta está en crisis, pero más allá de eso creo que el hombre necesita del nido. Y los nuevos nidos, como los de antes, van a traer también conflictos. La familia lleva consigo el conflicto. Un hijo necesita confrontar con sus padres para conformar su identidad.
LGI.- Pero también necesita referentes, ¿no?
MP.- Claro, pero hay etapas. Hay un punto en que los padres son los referentes absolutos, son los superhéroes. Luego está el momento en que confrontas con ellos. Y cuando uno entiende, finalmente, que sus padres son personas es cuando se pasa a la etapa adulta. Y el referente adquiere tamaño humano.
“Un hijo necesita confrontar con sus padres para conformar su identidad”
LGI.- Su película habla también de una necesidad universal, la necesidad de afecto.
MP.- Todos los personajes se ha recubierto y pretenden que pueden vivir sin afecto, pero no es verdad y no aceptar la verdad es paralizante.
LGI.- La crítica ha alabado especialmente el trabajo de Sergi López, ¿cómo trabajó con él el personaje?
MP.- Era el único personaje pensado para una persona en concreto. Pensado para él, lo llevó tal como estaba escrito. Su personaje, como los de los demás, también está paralizado y cuando se le cae el disfraz pierde ese miedo encapsulado que tiene.
“Mario Casas tiene una intuición emocional que muchos otros actores no tienen”
LGI.- Con este papel Mario Casas se mete por primera vez en el papel de un personaje adulto, ¿pensó en algún momento que era un riesgo?
MP.- No. Esa es la ventaja de carecer de prejuicios. A lo mejor otro director, uno español, hubiera tenido más temores. Yo ya he trabajado con actores jóvenes que han hecho en alguna película mía el papel de un adulto, como Sbaraglia, por ejemplo. Con Mario hice una elección de la que ahora me siento muy feliz. En el guion el personaje era un joven Werther, Mario lo puso en el siglo XXI. Tiene una intuición emocional que muchos actores que conozco no tienen ni de lejos.
Dirección: MARCELO PIÑEYRO. Guion: VERÓNICA FERNÁNDEZ, MARCELO FIGUERAS Y MARCELO PIÑEYRO. Producción: FRANCISCO RAMOS. Fotografía: XAVI GIMÉNEZ. Montaje: IRENE BLECUA. Reparto: MARIO CASAS, BELÉN RUEDA, SERGI LÓPEZ, JUAN DIEGO BOTTO, LARSSON DO AMARAL Y ELLA KWEKU. Distribuidora: Sony. Estreno: 25 de diciembre de 2013. www.sonypicturesreleasing.es
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