‘LA BANDA’ / Roberto Bueso debuta con un certero retrato generacional protagonizado por actores no profesionales y con las bandas musicales valencianas de fondo. www.cinesrenoir.com

Roberto Bueso debuta con una historia de entrada en la madurez que, a pesar de su apariencia sencilla, poco a poco se convierte en mucho más. Retrato generacional, reflejo de los temores de los españoles de la crisis que deben salir fuera a buscar trabajo y, sobre todo, relato del preciso momento de la vida en que hay que abandonar el refugio del pasado y de lo familiar para buscar el territorio propio.

Rodada con actores no profesionales en los papeles principales, la película cuenta vuelta de Edu, un joven músico que vive en Londres, a su Valencia natal para asistir a la boda de su hermano. El retorno despierta en él la necesidad de recuperar todo lo que dejó atrás: especialmente a Alicia, la eterna novia de su mejor amigo.

La música y las bandas musicales valencianas son un elemento, junto con la identidad cultural y social de este pueblo, que aporta verdad y realidad a toda la película. Gonzalo Fernández,

Charlotte Vega, Pepo Llopis, Xavi Giner y Hugo Rubert son los actores que encabezan el reparto.

LA GRAN ILUSIÓN.- He leído que usted necesita escribir de lo que conoce. ¿Cuánto hay de su proceso personal en la historia de estos personajes?

ROBERTO BUESO.- Creo que estuve almacenando el germen de esta historia los cinco años que estuve estudiando en la ECAM en Madrid. Se iba gestando una historia que primero tenía que ver con la distancia con mi tierra, mis padres, mis amigos. Notaba que sentimentalmente me iba alejando y con cada regreso a mi casa se iban acentuando esas sensaciones. Es verdad que necesito cercanía con lo que voy a contar y he mirado la vida de mis amigos y vi que estas mismas cosas les pasaban también.

“Necesito cercanía con lo que voy a contar y he mirado la vida de mis amigos y la mía propia”

LGI.- Al final, ¿La banda es un retrato generacional?

RB.- Lo interesante es que no lo he buscado de un modo calculado, tal vez por apuro. Yo he hablado de mí y de mis amigos, pero si eso va más lejos, bienvenido sea.

LGI.- La película retrata cierto complejo de inferioridad de los españoles que buscan trabajo fuera. ¿Cree que es real?

RB.- A mí me ocurrió. Me sentía un provinciano cuando llegué a Madrid a estudiar cine, donde todo el mundo había visto el triple de cine que yo. Creo que como español ocurre, te haces un poco chiquitito. Aunque en la música la realidad no es esa, hay valencianos por todas las mejores orquestas del mundo. Pero sí creo que en España que vive en crisis permanente es fácil que no nos tomemos demasiado en serio.

“El proceso a la madurez es un momento en el que empiezas a sentir una especie de traición hacia el mundo y la gente de tu vida”

LGI.- Los personajes viven ese momento de la vida en que hay que renunciar y empezar a sacrificar cosas…

RB.- Porque es una historia de iniciación, el proceso de madurez. Es un momento en el que empiezas a sentir una especie de traición hacia el mundo y la gente de tu vida. Para perseguir tus sueños, tienes que abandonar otras cosas. Y son personajes y cosas que estás dejando atrás. El personaje hace un viaje interior y tiene que resolver cosas de su pasado que le están bloqueando.

LGI.- ¿Usted ha tenido que renunciar a mucho para hacer esta película?

RB.- Creo que es inevitable, es necesario salir de tu zona de confort, aunque da miedo. Mi primera salida fue cuando estaba en Valencia escribiendo que me apunté a un máster de cine, luego fui a Madrid y estaba acojonado, hasta que se convirtió en otra zona de confort. He ido superando retos y sensaciones. Esta película era una forma de demostrarme que tenía que quitarme complejos y atreverme a contar algo que no fuera, además, todo mi universo. Parece que con la primera película tendemos a eso.

“Creo que se ha hecho mucho daño a los valencianos insistiendo siempre en el cliché y de ahí han salido retratos baratos”

LGI.- Trabajar con actores no profesionales es un riesgo alto, ¿calculó ese riesgo?

RB.- En la etapa de la Escuela hicimos muchos ejercicios y estaba muy cómodo dirigiendo a gente que no se había puesto nunca delante de una cámara. También lo hice en el ejercicio de fin de carrera. En la película quería mostrar una realidad concreta y quería sonido directo de los actores tocando sus instrumentos… creo que se impuso de forma natural. Es un experimento que sale bien si no les pides hacer cosas raras. Y también si les blindas con profesionales que les dan la experiencia. Quisimos que fueran pandilla antes del rodaje y estuvieron conviviendo en un piso.

LGI.- Sin subrayar, pero sin despreciarla, la identidad valenciana está presente en la película. ¿Cómo consiguió el equilibrio?

RB.- Hubiera sido tan pernicioso intentar evitar como subrayar demasiado. Hay una secuencia en que están comiendo una paella, pero es que en Valencia eso es así, pasa todas las semanas. Eso le da carácter de identidad. He tratado los tópicos valencianos con naturalidad porque son reales y existen. Creo que se ha hecho mucho daño a los valencianos insistiendo siempre en el cliché y de ahí han salido retratos baratos. Nosotros no nos relacionamos con los tópicos así.

LGI.- ¿Ha perdido ahora los miedos del comienzo, los mismos que viven los personajes?

RB.- Bueno es que entre el tiempo que estaba escribiendo y ahora, creo que soy otra persona. He vivido una evolución personal fuerte.